Los principios y valores que rigen nuestro programa, están enmarcados en los parámetros de la Atención Integral, teniendo en cuenta las particularidades y desarrollo propios de la población sujeto de atención (niños, niñas y adolescentes y sus familias), el contexto en el que está inmerso y los recursos con los que cuenta. Promoviendo de manera amplia la resiliencia como valor fundamental para proyectarse en el futuro a pesar de los acontecimientos traumáticos vivenciados en algún momento, promoviendo en estos la participación activa, en consideración del papel protagónico en su proceso de transformación.
En este sentido, los principios y valores referidos a continuación se constituirán en eje fundamental dentro de la medida de restablecimiento y garantía de derechos y de formación humana: vale la pena mencionar que dichos valores son transversales a todos los espacios y actividades desarrolladas en el marco de nuestros procesos agenciados.
Sana Convivencia y Comunicación: El ser humano nace en sociedad y sólo en ella puede realizarse como persona; cada ser humano necesita de los demás para subsistir y para crecer.
Más que una necesidad, la convivencia es una experiencia placentera y gozosa; ella permite a la persona compartir y comunicar, expresar sus pensamientos, dar a conocer sus sentimientos, deseos, anhelos, esperanzas, en verdad y en libertad.
La capacidad de convivir y estar en comunicación es, entonces, la posibilidad de crecer y permitir que otros crezcan, el crecimiento personal es proporcional a la capacidad de compartir una mano amiga, una actitud comprensiva, una frase optimista, una sonrisa cordial, son el lenguaje de la convivencia y la mejor manera de comunicarse con los demás.
Solidaridad: Dispone el ánimo para actuar siempre con sentido de comunidad. La persona solidaria sabe muy bien que su paso por el mundo constituye una experiencia comunitaria y que por tanto las necesidades, dificultades y sufrimientos de los demás no le pueden ser ajenos jamás.
La persona solidaria sabe que su propia satisfacción no puede construirse de espaldas al bienestar de los demás. Mira en cada persona a un hermano y en cada hermano la posibilidad de crecer en el servicio y realizar su encuentro fraternal con los demás, única manera de perfeccionar su propia dimensión personal.
La persona solidaria da a cada uno de sus actos la dimensión social que le corresponde por naturaleza y jamás olvida que no hay transgresión particular ni privada que no afecte de alguna manera a los demás.
Compañerismo: “Compañero es acompañante en el camino”. La persona que posee este valor está dispuesta a dar la mano al otro y a no retirársela hasta lograr una meta común, lo cual origina actitudes positivas y armonía entre los caminantes.
El ser compañero es compartir intereses, propósitos y objetivos, aportando lo mejor de sí para que el camino sea agradable, liviano y eficaz. El verdadero compañero sabe que en muchas ocasiones es preferible detener el paso y a veces tomar sobre los propias hombros la carga del otro para hacerla más liviana y aminorar la fatiga. El espíritu rebosa de satisfacción y alegría cuando el triunfo es compartido y se es coautor del éxito de los demás.
Cordialidad: “Cordial viene de corazón”. Es el valor que más enriquece las relaciones interpersonales, se origina en la sencillez del espíritu, en la grandeza del alma y en la nobleza de los sentimientos.
La persona cordial siempre tiene en sus labios una frase amistosa, un mensaje de afecto y en sus manos, un don de caricia. La persona cordial no niega el saludo a nadie, no se cansa de agradecer un favor, presenta sinceras disculpas cuando se equivoca, solicita ayuda con humildad, cuando lo necesita y concede ayuda generosa cuando se la piden. La persona cordial siempre tiene una sonrisa generosa para regalar. Sabe que una sonrisa es la tarjeta de presentación de todas las virtudes, que ella tiene la magia de contagiar y el poder para la conquista. Que la sonrisa cordial y sincera es otra forma de orar, no sólo a Dios para decirle “Gracias” sino a los otros para decirles estamos juntos.
Servicio: El servicio nace del deseo de compartir, de la comunicación de que solo quien siembra, cosecha y del propósito de que la mano izquierda no sepa lo que da la derecha.
El valor de la servicialidad se apoya en la absoluta igualdad entre los seres humanos y en el deseo sincero de hacer algo por los demás y aportar un granito de azúcar a su bienestar. Quien no sabe servir, no sabe vivir.
El servicio generoso no sólo constituye un beneficio para el otro y la posibilidad de mejorar el mundo, sino el acceso de la propia realización personal, la servicialidad dignifica al ser humano.
Responsabilidad: Viene de “responder” actitud que permite al ser humano interactuar, comprometerse y aceptar las consecuencias de un hecho libremente realizado. La persona responsable es digna de todo crédito. Se puede creer y confiar en ella sin restricción alguna; sus actos responden íntegramente a sus compromisos. Siempre se esfuerza por hacerlo todo bien, sin necesidad de tener supervisión, recibir promesas ni ser objeto de amenazas. Ofrece garantías en los procedimientos, es amiga de lo óptimo y enemiga de la mediocridad. Su responsabilidad jamás se limita al juicio o evaluación de los demás, su meta es la perfección.
La Eficiencia: La persona eficiente busca siempre la máxima calidad y la mayor efectividad en todas la tareas ejecutadas. La persona eficiente no deja que la pereza lo domine ni la negligencia ni la mediocridad lo tiente; su satisfacción radica en alcanzar los propósitos y no descansa hasta lograrlos. Siempre está dispuesto a dar un poco más de lo requerido para garantizar un logro.
La Equidad: Busca la justicia con la misma ansia del sediento y obra justamente, sin que haya necesidad de que los demás lo exijan. La persona equitativa está atenta a respetar los derechos de los demás y dispuesta siempre a dar lo que a cada quien le corresponde en justicia.
La equidad se inspira en tolerancia que permite aceptar a los demás con sus virtudes y debilidades y no exigir la perfección absoluta que es una condición exclusivamente divina. La equidad adquiere su verdadera dimensión cuando se nutre la misericordia y no olvida que el perdón enriquece y dignifica al ser humano.
Respeto: Significa valorar a los demás, acatar su autoridad y considerar su dignidad. El respeto se acoge siempre a la verdad; no tolera bajo ninguna circunstancia la mentira y repugna la calumnia y el engaño.
El respeto exige un trato amable y cortés; el respeto es la esencia de las relaciones humanas, de la vida, de cualquier relación interpersonal. El respeto crea un ambiente de seguridad y cordialidad; permite la aceptación de las limitaciones ajenas y el reconocimiento de las virtudes de los demás. Evita las ofensas y las ironías; no deja que la violencia se convierta en el medio para imponer criterios. El respeto conoce la autonomía de cada ser humano, acepta complacido las diferencias individuales y valora plenamente los derechos y deberes humanos.
Flexibilidad: Permite al ser humano acomodarse fácilmente al dictamen de otro, a las exigencias de las circunstancias, a los requerimientos de nuevas situaciones o a condiciones laborales, sociales o personales diferentes. La flexibilidad se nutre de la servicialidad, la generosidad y eficiencia. La flexibilidad debe ser permanente en el ser humano, por cuanto en la vida hay lugar a múltiples variables y circunstancias imprevisibles que exigen respuestas no programadas.
Veracidad: Busca sin tregua la verdad, la ama, la proclama y la defiende, aún con su vida. La persona veraz no tolera la mentira bajo ningún pretexto; para ella no existe la posibilidad de la mentira ni de las verdades a medias. Sabe que quien miente está en condiciones de cualquier otra transgresión y que no hay peor mentira que una verdad a medias.
Lealtad: La persona leal es capaz de mantenerse firme en su respaldo a una causa, a un ideal, a una institución, a otra persona, sin que interesen las circunstancias. La lealtad no encuentra excusas para justificar la deserción de una causa noble, el abandono de una meta, la negación de una creencia ni el retiro de una amistad.
Honestidad: Se busca con ahínco lo recto, lo honrado, lo razonable y lo justo; no pretende jamás aprovecharse de la confianza, la inocencia o la ignorancia de otros. La honestidad es la demostración tangible de la grandeza del alma, de la generosidad del corazón y de la rectitud de los sentimientos. La honestidad aporta a las relaciones interpersonales la frescura del manantial nocturno y la confianza de un amanecer soleado. La honestidad es enemiga de la mentira, del hurto y del engaño, define la verdad, la honradez y el respeto, lo que permite a quien la posee mantener la frente levantada y la mirada serena.
Entusiasmo: Una persona entusiasta demuestra muchas ganas de amar, servir, aprender, progresar, trabajar, ser hacer y dar en fin, muchas ganas de vivir. El entusiasmo se hace palpable a través de la exaltación y fogosidad del ánimo; es la adhesión fervorosa que activa el pensamiento, la imaginación, las habilidades, las destrezas y las actitudes para favorecer una causa o engaño a la vida se alimenta de toda esa energía positiva que genera el entusiasmo. Entusiasmo es vida y si la vida es un regalo que se recibe del cielo el entusiasmo debe ser la respuesta personal por ese don.
Optimismo: Es encontrar siempre el lado bueno de todas las cosas y enfrentar la vida con positivismo y entusiasmo, lo que le permite decirle si a todo lo maravilloso que ofrece la vida, es esa energía positiva lo que le permite al ser humano cantar, reír, vibrar, brincar y estar siempre en la mejor disposición de sí mismo.
Generosidad: Tiene su origen en el reconocimiento de que todo cuanto se es y se posee no es una pertenencia exclusiva para beneficio propio, sino para compartir el bien que se recibe adquiere su verdadera dimensión cuando es compartido con otros.
Sensibilidad: Es mantener vivo el sentido humano que no deja que el corazón se entumezca, el alma se hinche y la sangre se convierta en un simple combustible químico.
Sensibilidad humana es por ejemplo, comprender las necesidades básicas del ser humano, tolerar las debilidades humanas y dar el lugar que les corresponde a los sentimientos de amistad, afecto, cariño y amor, que son las fuente de calor humano. La sensibilidad permite mirar con amor al mundo, al hombre y a Dios; permite llorar y reír, estar triste y estar feliz; comprender el dolor ajeno y sobreponerse al propio, vivir la vida con serenidad y mirar siempre adelante. La sensibilidad permite al ser humano estremecerse ante el amor, extasiarse frente a un paisaje, añorar con una canción y soñar con un poema.
Serenidad: Consiste en no ofuscarse ni perder el control de los actos, ante situaciones difíciles o enojosas. Cuando debe enfrentar situaciones de este tipo, sabe muy bien que es precisamente la calma la que permite mirar con mayor claridad y tomar decisiones mucho más acertadas.
La persona serena no solamente procura enviar a su mente mensajes de calma y tranquilidad, sino que cada movimiento de su cuerpo es apacible y sosegado. La serenidad contagia el ambiente de cordialidad, prudencia y tolerancia es fruto de la paz interior.
Constancia: Permite conservar siempre la entereza de sí mismo para mantenerse en la lucha, no abandonar el camino y trabajar sin tregua cuando se ha tomado una decisión a conciencia.
Tolerancia: Permite a las personas entender que cada ser humano es único e irrepetible, que tiene derecho a sus propios criterios, juicio y decisiones; que los intereses, deseos y necesidades son particulares; que las metas propósitos e ideales ajenos, no tienen que coincidir necesariamente con los propios; que la pluralidad es una condición real de la sociedad. La tolerancia acepta la posibilidad de los errores personales y de los otros, de las equivocaciones propias y de los demás. La tolerancia se fundamente en la sencillez y la sensibilidad que faculta al ser humano para aceptar su verdadera naturaleza, y en la flexibilidad que le permite acomodarse a ella. La tolerancia debe estar acompañada de servicialidad para brindar apoyo al consenso fundamentado en la conciencia; de cordialidad para no supeditar jamás la simpatía al grado de perfección ajena; de entusiasmo, optimismo y constancia para mantener firme en la búsqueda de la verdad; de responsabilidad para no olvidar el afecto social de los actos personales, y de integridad para garantizar una pluralidad que construya.
La tolerancia se encuentra en el camino que conduce a la paz, en la senda que lleva a la convivencia armoniosa, en la ruta que transporta hacia la simpatía, el afecto, el cariño y el amor duradero.
Integridad: La persona integral busca permanentemente la posesión de todos los valores y la demostración constante de actitudes positivas; que se esfuerza por mejorar siempre porque sabe que todo lo bueno se puede mejorar, sabe que su meta es el éxito, el triunfo, lo bueno, lo noble, lo grande, lo perfecto. Aspira a demostrar constantemente: responsabilidad, respeto, lealtad, cordialidad, honestidad, generosidad, compañerismo, eficiencia, entusiasmo, servicialidad, flexibilidad, optimismo, serenidad, sencillez, constancia, equidad, veracidad, solidaridad, sensibilidad y tolerancia. El ser humano es una obra inconclusa, un proyecto por realizar; pero poseedor, como es de múltiples facultades, se encuentra dotado de las mejores herramientas para ejecutar a plenitud tan maravillosa tarea de autorrealización.
El ser humano puede y debe mejorar; aquí radica su compromiso moral. El ser humano sólo encuentra motivos de satisfacción en sus logros, conquistas, en ese camino de asenso que lo invita a mirar permanentemente hacia lo perfecto, hacia lo inagotable, a estar siempre sediento e insatisfecho.
Tal mejoramiento únicamente es posible en el ámbito de los valores humanos; el ser humano es moralmente mejor cuando es cordial, cuando es eficiente, cuando es responsable… en fin, cuando es íntegro.
Resiliencia: La resiliencia es la capacidad para afrontar la adversidad y lograr adaptarse bien ante las tragedias, los traumas, las amenazas o el estrés severo.
Ser resiliente no significa no sentir malestar, dolor emocional o dificultad ante las adversidades. La muerte de un ser querido, una enfermedad grave, la pérdida del trabajo, problemas financiero serios, etc., son sucesos que tienen un gran impacto en las personas, produciendo una sensación de inseguridad, incertidumbre y dolor emocional. Aun así, las personas logran, por lo general, sobreponerse a esos sucesos y adaptarse bien a lo largo del tiempo.
El camino que lleva a la resiliencia no es un camino fácil, sino que implica un considerable estrés y malestar emocional, a pesar del cual las personas sacan la fuerza que les permite seguir con sus vidas frente la adversidad o la tragedia. Pero, ¿cómo lo hacen?
La resiliencia no es algo que una persona tenga o no tenga, sino que implica una serie de conductas y formas de pensar que cualquier persona puede aprender y desarrollar.
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CONÓZCANOSNUESTRO OBJETIVOLa restitución y garantía plena de los derechos a niños, niñasy adolescentes en condición de vulnerabilidad.
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NUESTRA GALERÍACAMBIAMOS SU VIDANuestro modelo destaca la importancia del proceso detransformación de la persona. Se centra en la persona,en el desarrollo de sus capacidades.
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CONTACTENOSPONEMOS EL ALMAOfreciendo servicios de atención especializada de calidadconducentes a su reincorporación social, al restablecimientode sus derechos y a la adopción de una postura crítica
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